viernes, 15 de enero de 2010

Fascinación (Serie Los Donovan 2)

Sebastian es un brujo con sangre de elfo. Su poder consiste en adivinar el futuro, y la videncia. Colabora en numerosas ocasiones con la policia para buscar a personas desaparecidas o secuestradas.Mary Ellen es detective privado. Esta vez busca a un bebé secuestrado que es el hijo de su mejor amiga. El tiempo pasa y la madre desesperada quiere pedir ayuda a Sebastian Donovan, un vidente. Aunque Ellen está convencida que es un farsante y un embaucador, acompaña a su amiga.Cuando comenzaron a trabajar juntos para recuperar al bebé, ella se encontró con un hombre que tenía un verdadero don, era un maestro en la parapsicología y un artista de... la seducción.


Pronto comprendió su poder. No tuvieron que explicarle lo que corría por su sangre y lo convertía en lo que lo era. Ni hizo falta que le dijeran que no todo el mundo poseía aquel poder.
Podía ver.
Las visiones no siempre eran agradables, pero sí fascinantes. Cuando las tenía, aun siendo un niñito cuyas piernas apenas lo sujetaban de pie, las aceptaba con la misma naturalidad con que aceptaba la salida del sol cada mañana.
A menudo, su madre se tiraba en el suelo a su lado, con la cara pegada a la de él, mirándolo a los ojos. Mezclado con su enorme amor brillaba la esperanza de que su hijo aceptara aquel poder... y de que nunca lo hiciera sufrir.
«¿Quién eres?». Podía oír los pensamientos de su madre como si los hubiera pronunciado en alto. «Quién serás?».
Eran preguntas que no podía contestar. Incluso entonces sabía que era más difícil mirar dentro de uno mismo que ver el interior de los demás.
Con el paso del tiempo, el don no le impidió corretear y pelearse con sus primas. Como no fue óbice para disfrutar de un cucurucho de helado durante una tarde de verano, o para reír con los dibujos animados en la mañana de un sábado.
Era un chico normal, activo y travieso, con una mente aguda, en ocasiones perversa, un rostro muy atractivo con unos ojos azul grisáceo hipnóticos y una amplia sonrisa, presta a reír.
Pasó todas las etapas que llevaban a un chico hacia la edad adulta: los rasguños de las rodillas y los huesos rotos, el primer vuelco del corazón ante la sonrisa de una joven bonita, la rebeldía adolescente. Como todos los niños, se hizo mayor, se fue de la casa de sus padres y eligió una propia.
Y el poder se desarrolló con él.
Se sentía cómodo y satisfecho con la vida que llevaba. Y aceptaba, desde bien pequeño, el hecho de que era un brujo.

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